6.3 Conciencia y mundo en fuga

de Ernesto H de Casas. Madrid, 1980. 

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La palabra conciencia significa y ha significado multitud de funciones, totalidades y aspectos según las distintas ópticas con las que ha sido enfocada.
Las visiones filosóficas, psicológicas, sociológicas y psiquiátricas no concuerdan entre sí ni tampoco los autores que profesan la misma disciplina.
El término conciencia tiene en español por lo menos dos sentidos diferentes:
(1) Percatación o reconocimiento de algo, sea exterior, como un objeto, una cualidad o una situación, sea de algo interior como las modificaciones experimentadas cuando se produce una variación en el tono de trabajo del sentido interno afectado.
(2) Conocimiento del bien y del mal. Se expresa más propiamente por medio de la expresión conciencia moral. En algunos idiomas se emplean términos distintos para los dos sentidos mencionados.
El vocablo conciencia se deriva del latín constientia cuyo sentido originario fue una traducción del vocablo griego syneidesis, el cual implica una conceptualización ética. Aún en nuestros días en el lenguaje usamos términos tales como «tener mala conciencia», «remordimientos de conciencia», «acusarle la conciencia», «tranquilidad de conciencia», etc..
Es curioso observar cómo esta conciencia ética (moral para los romanos) se ha mantenido inalterable hasta hace dos siglos, momento en el que aparece la idea de conciencia psicológica.
El sentido (1) puede desdoblarse en otros tres sentidos:
a) En el sentido psicológico, la conciencia es la percepción del Yo por sí mismo, llamada también a veces apercepción (conciencia de la percepción, percepción atenta). Aunque puede hablarse de conciencia de un objeto o de una situación, éstos son concientes en tanto que aparecen como modificaciones del Yo psicológico. Por ello se ha dicho que toda conciencia es en alguna medida autoconciencia y a veces se han identificado ambas.
b) En el sentido epistemológico o gnoseológico, la conciencia es primariamente el sujeto del conocimiento, hablándose entonces de la relación conciencia-objeto conciente, como si fuese equivalente a la relación sujeto-objeto.
c) En el sentido metafísico, la conciencia es con frecuencia llamada el Yo. Se trata a veces de una hipóstasis de la conciencia psicológica o gnoseológica y a veces de una realidad que se supone previa a toda esfera psicológica o gnoseológica.
Resulta curioso que muchos psicólogos al referirse a los fenómenos de conciencia, hayan entendido a ésta como si se tratara de un mero reflejo de lo percibido, sin preocuparse por develar dónde y cómo se dan tales fenómenos. Seguramente consideraron que con describir los hechos de conciencia ligándolos al transcurrir, y con interpretar las fuentes de tales hechos como causas determinantes, quedaba agotado el tema de los fenómenos de conciencia para fundamentar su psicología.
Se suele vincular la conciencia con la actividad de vigilia, quedando el resto fuera de la conciencia, lo que ha hecho surgir concepciones ingenuas como las de inconciente. Esto ha sido así por cuanto, entre otras cosas, no se han estudiado suficientemente los diferentes niveles de trabajo de la conciencia, y tampoco se ha observado la estructura de presencia y copresencia con la que trabaja el mecanismo atencional.
Hay otras concepciones que consideran a la conciencia como pasiva frente a los objetos de percepción, siendo que la conciencia trabaja estructurando activamente, coordinando las necesidades y tendencias del psiquismo con los aportes sensoriales y la memoria, mientras orienta las variaciones constantes de la relación del cuerpo con el psiquismo, es decir de la estructura psicofísica con el mundo.
Estructura de la conciencia
La estructura mínima de la conciencia es la relación acto-objeto, ligados por el mecanismo de intencionalidad de la conciencia. Esta ligazón entre actos y objetos no es para nada algo permanente ya que la conciencia tiene actos lanzados en busca de su objeto, y es precisamente esta situación la que le da dinámica a la conciencia. De tal manera que los objetos de conciencia (percepciones, recuerdos, representaciones, abstracciones, etc.), aparecen como los correlatos intencionales de los actos de conciencia.
La intencionalidad de la conciencia siempre está lanzada hacia el futuro, lo que la persona registra como tensión de búsqueda; también puede estar lanzada hacia el pasado en la evocación. Pero los tiempos de conciencia se estructuran en el presente. La conciencia futuriza y recuerda, pero el momento de la acción, lo hace en el presente. En el caso de la búsqueda de un recuerdo, cuando el objeto evocado aparece, «se hace presente» y, hasta tanto no suceda, la conciencia no se completa. Cuando sucede, vale decir, cuando se completa, se experimenta como distensión.
Entonces, el acto de lanzar la conciencia en búsqueda de un objeto genera tensión, el momento en que la conciencia encuentra el objeto que la completa genera distensión. Cuando los actos encuentran el objeto que la completa, queda energía libre, que es utilizada por la conciencia en nuevos actos.
Estas operaciones descriptas son características del nivel vigílico, ya que en otros niveles (semisueño, sueño, etc) la estructura del tiempo es distinta. Por esto vemos que el tiempo psicológico depende del nivel de trabajo del psiquismo. Siempre el tiempo de trabajo es en el presente. Puede la conciencia futurizar o recordar, puede efectuar múltiples juegos temporales de protensiones y retenciones, pero siempre entrecruzándose en el presente.
La eficacia de los mecanismos de reversibilidad y el tiempo presente son características vigílicas.
Estructura Conciencia - mundo.
Como ya hemos dicho, a diferencia de los planteos de la psicología ingenua que se refiere a la conciencia como un mero reflejo de la realidad, para nosotros la conciencia es algo independiente de los objetos, pero es a través de ellos que expresa y se la conoce.
La conciencia surge vacía y en su transcurrir en el mundo, va procesando, se va llenando de datos, va completándose y va elaborando respuestas que la mantienen en la dinámica del existir.
Por lo tanto, vemos la conciencia y el mundo, ligados mutuamente. No hay conciencia sin mundo, y no hay mundo sin conciencia; de ahí, la estructura conciencia - mundo. En la medida que varía la conciencia, varía el mundo y en la medida que varía el mundo varía la conciencia como modo de estructurar el mundo.
Cuando hablamos de mundo, no nos referimos al planeta, ni a los objetos perceptuales directos, sino a las representaciones y relaciones que hacemos con ellos en nuestra conciencia. Esto es: mundo es el modo particular que tiene cada uno de experimentar lo real, transformándolo en su realidad. No es sólo la presencia de objetos, sino también la relación que establece la conciencia entre ellos. De esto se deduce que lo que no he experimentado, no pertenece a mi mundo.
La conciencia se liga al mundo a través de actos, y estos actos pretenden completarla. Por eso una vez que un acto completa la conciencia, surge inmediatamente un nuevo acto en busca del objeto que la complete, y así sucesivamente. Desde luego, en este ir y venir, se van teniendo actos de mayor complejidad, y por lo tanto los objetos son también de mayor complejidad. Pero en este transcurrir va quedando una experiencia que modifica sutilmente al psiquismo.

Conciencia sensible.
Dentro del contexto de la estructura planteada, en un primer momento (adquisición de datos), la conciencia que es pura sensibilidad comienza, por decirlo de alguna manera a «absorber los objetos» ubicándolos en la memoria como material o datos que sirven para su crecimiento y desarrollo. Esta es una primer etapa de la conciencia en contacto con el mundo. A esto le llamamos la conciencia sensible.
Debemos tener en cuenta que los datos almacenados estarán al servicio del crecimiento de la conciencia, siempre y cuando puedan ser integrados. De lo contrario, nos encontraríamos con una conciencia desintegrada o esquizofrénica.
Esta conciencia sensible lleva a la fusión de la interioridad con la exterioridad ( proceso fundamental de aprendizaje), produciendo la identificación de la conciencia con los objetos. En este proceso la conciencia queda atrapada por los objetos y dependiendo de ellos en principio para su transformación.
Este proceso de identificación, lleva al desarrollo de la iden - tidad, donde la persona queda sujetada al mundo, lo que ha dado lugar a hablar de la estructura sujeto - mundo.
El proceso de fusión conciencia - mundo, funda la conciencia, que sin mundo que la llene, no existiría.

Conciencia racional.
Como un segundo momento del proceso, podemos mencionar el nacimiento de la conciencia racional, que tiene por finalidad organizar coherentemente los datos produciendo una diferenciación de la conciencia y el mundo, liberando al sujeto del mundo, y dando nacimiento a la individualidad.
Vale decir que a mayor diferenciación, sin perder conexión gracias al darse cuenta, se logra una estructura de conciencia ampliada, la que se libera progresivamente de las determinaciones de los objetos, des - identificándose y logrando de esta forma el nacimiento de la individualidad.
Es la conciencia racional, la que advierte su independencia del mundo para existir, si bien ya en la conciencia sensible, esta independencia se había manifestado en la forma de ira y de enojo, entre otras. Cabe acotar, que la conciencia racional, no es todavía patrimonio de toda la humanidad.
Darse cuenta.
Los actos de darse cuenta se dan por entrecruzamiento de vivencias mentales. Estas vivencias son temporales, dinámicas, móviles y con duración. De todos modos la conciencia puede recordar o futurizar, pero el darse cuenta siempre es en el presente.
Bajo esta perspectiva, entendemos que la conciencia no es estática, sino dinámica y temporal.
Por otro lado la conciencia siempre se explica con relación a sí misma y no por la acción de los objetos. Como prueba de ello, observamos que los objetos varían en la conciencia, por la acción de ella misma, por su capacidad. Un ejemplo típico es el asombro que produce el descubrir determinados detalles de un objeto por primera vez, siendo que ya formaba parte de su configuración.
A la conciencia la podemos comprender fácilmente a través de la experiencia del darse cuenta, el simple darse cuenta de algo. Es a través de esta experiencia, que la conciencia comienza.
El darse cuenta es algo personal, nadie puede hacerte dar cuenta de lo que no te das cuenta; el darse cuenta cambia la realidad de la conciencia.
Darse cuenta es dar existencia. De lo que no nos damos cuenta, no existe para la conciencia.
El darse cuenta es el resultado de un esfuerzo personal, aunque a veces,surgen comprensiones inesperadas, que de todas formas son el resultado de actos de darse cuenta ya lanzados por la conciencia.
En la medida en que me doy cuenta de más cosas, más conciencia voy teniendo y más me voy liberando de la determinación de los objetos.
Cabe acotar,que los actos de darse cuenta, se dan por entrecruzamiento de vivencias mentales. Por eso es que a mayor cantidad de vivencias se tiene la posibilidad de mayores darse cuenta, lo que hace ir de comprensión en comprensión aumentando el nivel de conciencia, el nivel de comprensión y el nivel de diferenciación con el mundo.
Luego de todo este proceso de darse cuenta, la conciencia se explica por sí misma. Esto es, a través del transcurrir y del darse cuenta, se ha llegado a ser pura presencia conciente
Conciencia de la conciencia.
Comprendido lo dicho, se presenta otra situación: un acto de conciencia comienza a ser el objeto para un nuevo acto de conciencia, es decir, me doy cuenta de que me doy cuenta. En ese preciso momento, la conciencia ha caído en cuenta de ella misma.
Vale decir, la conciencia se da cuenta de sí misma, desde otro acto mental. Ese otro acto es temporalmente distinto. Es como si dijéramos, me doy cuenta desde otro momento de conciencia, y aquí el tiempo adquiere un muy importante aspecto.
Aquí toma relevancia entonces, el vocablo autoconciencia, porque no se refiere a la conciencia de un objeto específico , que sería conciencia del objeto, sino que la conciencia es conciencia de sí misma, aunque ese sí mismo sea un objeto para ese nuevo acto de conciencia. Es en este momento, en el que la conciencia puede comprenderse más adecuadamente.
Todo este rodeo nos ha permitido llegar al punto ya anteriormente senalado de que la conciencia tiene capacidad de autonomía, y no depende de los objetos, sino que puede ser objeto de ella misma. De todos modos, siempre tendrá objetos hacia los cuales referir sus actos, sean objetos físicos, imaginarios o representaciones. Pero debemos tener en cuenta que puede llegar el momento en que la conciencia ya no necesite de objetos hacia los cuales referir su accionar.
A pesar de que todo lo descripto es de una gran complejidad, importa llegar a este punto en que la conciencia se estructura con el mundo, porque es en este precisísimo ángulo donde surge la fuga.
Conciencia ausente.
A diferencia del darse cuenta que va creando mayor presencia de la conciencia, en el no darse cuenta, la conciencia va perdiendo su presencia, ya que toda conciencia lo es, en tanto se dé cuenta. Por tanto van ganando presencia los objetos que determinan cada vez más a la conciencia. La conciencia se cosifica y son los objetos los que cobran valor para esta conciencia que ha dejado de darse cuenta. Comienzan entonces a ejercer una fuerte presión los actos irracionales; el mundo se vuelve mágico y los objetos son los que tienen el poder de resolver los conflictos.
Se les atribuye a los objetos la capacidad de resolver lo que nos pasa y nuestra conciencia queda anulada pasando a un estado de conciencia mágica o emocionada nimbada como de un no se qué, que delata la conciencia ausente. Lo que no significa que se pueda argumentar racionalmente sobre la importancia de estos objetos de poder.
Es así como nacen los dogmatismos, la intolerancia, la irracionalidad, el fanatismo, y todos los ismos que sólo tienen el afán de dominio. En fin, se genera la violencia.
Conciencia en fuga.
A este estado donde la conciencia está ausente de sí misma, porque está presente en los objetos, es al que denominamos conciencia en situación de fuga.
Hemos dicho que la conciencia se relaciona con el mundo a través de actos, y estos actos son el intento de la conciencia de tornarse más conciente de sí misma. Estos actos siempre tienen una intención . Por eso la conciencia es intencionalidad.
En la conciencia en fuga, hay una conciencia en intención de fuga. La conciencia intenta dejar de ser conciente de sí misma y busca apoyarse en los objetos o en la conciencia racional. Intenta no darse cuenta de lo que debe darse cuenta por sí misma, por lo que deposita en el afuera la capacidad de resolución de problemas.
La conciencia en fuga, es básicamente una conciencia en sufrimiento que, al no poder resolver ese sufrimiento con comprensiones , se escapa de esa situación, depositando su fe en el afuera.
Aquí la intencionalidad de la conciencia fugada adquiere una modalidad típica, que es la característica de la conciencia en fuga: esto es, la deformación tendenciosa de la estructura conciencia-mundo.
Esta distorsión de la estructura conciencia-mundo, es una distorsión intencional de la conciencia, lo que desemboca en un cambio de conciencia que es un mundo en fuga. El ser no se fuga de algo en especial, porque si así fuera se daría cuenta de la fuga, se fuga en general. Por eso hablamos de conciencia y mundo en fuga.
Como vemos esto es algo imposible, porque la conciencia no puede dejar de ser conciencia; por lo tanto la conciencia en fuga, es una conciencia que intenta no darse cuenta y paradójicamente la conciencia en fuga se pretende fugar, escapar, con lo que sólo logra quedar más encarcelada.
Acá podemos decir que estamos obligados , que estamos predeterminados a ser concientes, a ser libres, y cuando no podemos hacernos cargo, nos fugamos, atentamos contra esta tendencia natural de nuestro ser. Conciencia en fuga es negar lo que somos esencialmente.
Violencia
Esta conciencia en fuga, debe deformar la estructura conciencia mundo, y para hacerlo debe violentarla, presionarla, debe forzar los hechos a fin que éstos no le recuerden la situación no resuelta. Por eso el fugado pretende, en su convencer a los demás, que lo acompañen en su fuga.
En este violentar la estructura conciencia-mundo, se comienza a caer en distintos estados; desde la intolerancia a la violencia física, pasando por la irritabilidad hasta el intento larvado de destruir la estructura conciencia-mundo.
Hemos visto fugados que desde un edificio comienzan a disparar a los transeúntes o a destruir a su familia, para luego autodestruirse o buscar ser destruído. Es así también como se producen los suicidios en masa , o los suicidios individuales «inexplicables», como los accidentes fatales, en donde son otros y no él mismo los que lo llevan a la muerte.
Depresión.
Cuando la conciencia del fugado no obtiene los resultados por él esperados, tras el forzamiento violento de la estructura conciencia - mundo, va quedando solo, comienza a aislarse y su accionar no tiene efectividad verdadera para resolver sus conflictos, por lo que intenta que sean otros los que se los resuelvan, se hace dependiente.
Comienza también un proceso de degradación del mundo y de él mismo. Cae en cuenta que sus acciones son inútiles para salir de esta situación y cree que los demás no pueden ayudarlo.Por lo tanto, suele dejar de actuar y se inmoviliza, no encontrándole sentido a nada. Suele decir: "lo he probado todo y nada da resultado".
Se siente en un callejón sin salida. Pero sí hay salida. No para la conciencia del fugado, pero sí para aquél que intenta aceptar profundamente su fracaso.
El fugado nunca advierte que aceptar su fracaso y reconocerse en situación de fuga, puede ser la salida, porque espera que algo mágico lo saque de allí.
Manía.
Puede también esta situación de forzar la estructura conciencia mundo, llevar a producir los llamados actos rituales, que son actos falsos, impotentes; actos que tienen sólo significado para el fugado. Organiza gestos, acciones, con los que pretende enfrentarse con este mundo que ahora avanza hacia él en forma amenazante( un ejemplo claro de esta situación, lo tenemos en la película Mejor Imposible).
El estado de desintegración de la estructura conciencia - mundo y el alejamiento de sí mismo es tal, que surgen fantasías que pretenden mantener la unidad de la conciencia.
Al igual que el sediento en medio del desierto, ve espejismos como un modo de satisfacer la necesidad imperiosa de mantener la estructura. El fugado alucina con situaciones que vienen a rescatarlo, como visiones de santos, vírgenes, platillos voladores, voces que lo guían, entre otros.
Intenta entonces con acciones falsas salir de este estado, provocando una hiperactividad que lo mantiene ocupado todo el tiempo en un estado de euforia y fanatismo. De esta forma generan situaciones en las que pueden aparecer dando un mensaje de destrucción del mundo en donde cumplen con una misión especial de salvación. Es éste un modo encubierto de salvarse.
El cuerpo. Lo psicosomático.
Una vez incorporados los actos de conciencia y los actos del darse cuenta, estos no se pueden abandonar así como así nomás.
Esta sutileza no es percibida por el fugado, ya que éste percibe hechos de mayor "densidad", como son las sensaciones provenientes del cuerpo.Es así como el cuerpo se transforma en el "caballo de batalla"del proceso.
El cuerpo no se puede fugar, y comienza a recibir los embates, los azotes de quien se fuga. Por medio de la sensación, la conciencia puede alejarse de sus problemas reales y comenzar a ocuparse de los síntomas del cuerpo. Síntomas que nunca responden en su origen a una enfermedad real, sino al proceso de fuga; a las tensiones no resueltas que pueden terminar afectando al cuerpo.
Pueden comenzar los abusos en las drogas, en el alcohol, en el fumar, en el comer o en el dejar de comer, como intento de destrucción o de autodestrucción.
Así, la falta de aire, la opresión, la angustia, los dolores, indigestiones, asmas, bronquitis, estrenimiento, colitis, erupciones cutáneas, alergias, cánceres, etc., pueden aparecer como intentos de descargas de tensiones, para ocupar la conciencia en otras cosas.
Las personas con conciencia en fuga, invariablemente son las que transitan de consultorio en consultorio sin encontrar solución a sus problemas. Son también los llamados hipocondríacos.
En fin, el cuerpo será el que impida al fugado hacer un efectivo escape, y será el que termina recibiendo los azotes a veces se busca ser golpeado), terminando en modo sutil o grosero, maltratado, debilitado o enfermizo.
El miedo.
Si el cuerpo es el maltratado y el afectado, de entre todas las emociones que pueden surgir, es el miedo la más frecuente. Y es por esta situación de identificación que todo aparece como "miedoso". Se suele llamar a estos estados, crisis de pánico.
El fugado teme por su debilidad, teme por su cegazón. Todo aparece temeroso.

Resumiendo

En el fugado, la conciencia no diferencia actos de objetos. Se produce la identificación, y es por esta fusión - síntesis que todo se aparece como miedoso. Mientras más aumentan las sensaciones, más aumenta la distorsión, obnubilando cada vez más la conciencia.
Como es el cuerpo el que en definitiva unirá el yo con el mundo, por esto sufrirá. Es por ello que el fugado intenta sacar el cuerpo del mundo. No mete el cuerpo en el mundo, sino que lo retirará con un intento larvado o evidente de destruirlo.
Sacar el cuerpo, es no querer actuar desde él efectivamente; no querer comprender; justificar todo; no querer salir de donde se está.
Todo lo descrito, se presenta diversamente de acuerdo a cada quién y en diversos grados muy amplios o muy mínimos en los que la fuga y lo mágico, aparecen como exceso o deficiencia.
Vale decir, en todos los casos de fuga, los elementos
descriptos aparecen con menor o mayor intensidad.
La conciencia del fugado.
El fugado tiene conciencia, pero no de su fuga. Tiene una conciencia al servicio de la fuga. El fugado ha perdido la capacidad de autocrítica. De reconocerse. De autoconocimiento.
Así, el fugado ha elegido el camino de la no liberación, del no darse cuenta, porque aumenta su irracionalidad y su dependencia de todo aquello de lo que se fuga.
El fugado vive en una cárcel y nadie podrá sacarlo, a menos que él lo quiera y se reconozca.
El re - conocerse es lo que el fugado no quiere, porque esto de conocer, es algo que el fugado no podrá lograr jamás, ya que conocer y ser conciente son inseparables, como el autoconocimiento y la autoconciencia.
Por eso el fugado se desconoce y se teme a sí mismo, cayendo en las zonas más bajas de la conciencia, es decir, en el ensueño y en la somnolencia. Así, la autocrítica se va haciendo mínima y la pérdida de perspectiva, máxima. La noción del yo y el aislamiento, tienden a hacerse inmensos.
La situación de la conciencia en fuga es un camino descendente, regresivo a etapas primarias de la conciencia, donde la obnubilación y el olvido de sí son las constantes.
Fracaso.
Todo acto de conciencia pretende encontrar en el mundo el objeto que la completa, y vamos viendo que a mayor complejidad de los actos de conciencia, se requieren objetos de mayor complejidad.
En este proceso de actos y objetos complejos, la conciencia deja de encontrar los objetos que la completan y se encuentra con algo inédito: los objetos ya no satisfacen los actos de la conciencia.Esto es, la conciencia fracasa en la búsqueda de objetos que satisfagan plenamente sus tensiones ( recuérdese que todo acto de conciencia se manifiesta como tensión muscular de búsqueda).
Es en el momento del fracaso, donde la conciencia en vez de caer en cuenta de su acto, intenta eliminar sus tensiones a través de las vías de escape mencionadas.
Pero si la conciencia advirtiera su fracaso y se hiciera cargo de esta situación, podría resolver este fracaso con nuevas comprensiones que la llevarían a un nuevo estado.
Pero este nuevo estado no siempre se presenta, y se hace imperioso eliminar las tensiones. De ahí que la conciencia comience en una intención de fuga a negar su fracaso (por omisión) y a deformar intencionalmente la estructura conciencia - mundo.
Fuga social y cultural.
En lo que respecta a la fuga social y cultural , el panorama no es más halagüeño que el personal. La sociedad y la cultura realizan una fuga en masa, tiñendo así, toda actividad, todo mensaje, todo quehacer.
No es difícil encontrar en nuestra sociedad actual todos los síntomas de la fuga, donde los fetiches, los objetos mágicos, serán los últimos descubrimientos de la ciencia, sin descartar por cierto, el «rescate» de las antiguas tradiciones que toman formas modernas, tales como el yoga, la meditación, el chamanismo, etc. Esta situación nos habla de una fuga por su característica regresiva a los estados de la conciencia sensible, donde sabemos que los objetos tienen características mágicas y se les atribuye el poder de resolver los conflictos.
Otra de las características básicas de una sociedad en fuga, es la cerrazón, el enfrascamiento en sus propios círculos viciosos, la incomunicación y la violencia creciente.
No debe creerse ingenuamente que esta situación de fuga le impide al hombre crear y organizar un tipo de pensamiento coherente dentro de sus propios límites. Será una manera particular de pensar, de organizar, de valorar todo lo presente, lo que se impondrá a modo de valor cultural con sus correspondientes creencias. Esto será en el marco de referencia para la llamada «conciencia normal».
Surgen así también corrientes artísticas y científicas que encausan los fugados en corrientes desviatorias, en donde sus estragos son más que evidentes. Los actores, los artistas, los intelectuales, los periodistas, son los líderes que encausan a toda una masa que requieren de ídolos en todos los órdenes.
Así, estos líderes serán los encargados de aglutinar las masas hacia las corrientes desviatorias que mejor sepan encausar la superstición, los credos, los fetiches y los ritos del momento, en cualquier orden social, político, religioso, cultural.
Todo lo que tiene éxito, no es otra cosa que todo lo que aglutina a la fuga encadenante.
Los hombres viven y mueren dormidos y fugados de la realidad. Es la sentencia última para la vida mundana y la primer premisa para la elevación de la conciencia.